La primera tiene que ver con las limitaciones en la capacidad productiva de su principal proveedor de chips. La segunda deriva de la anterior: para cumplir las expectativas alcistas de ventas necesitará subir los precios.
La capitalización de mercado de Nvidia llegó a u$s350.000 millones a principios de 2023, luego pasó a u$s1 billón, después trepó a 2 billones, y en estos últimos meses alcanzó los 3 billones de dólares. Todo esto gracias a la acelerada venta de procesadores de inteligencia artificial (IA), lo que empujó su cotización.
En junio pasado Nvidia ascendió al primer lugar como empresa más valiosa del mundo superando a Microsoft, el gigante del software y entusiasta de la IA que sería el mayor comprador de sus chips.
Luego perdió ese lugar en el podio tras caer u$s900.000 millones en valor de mercado durante las recientes rondas de pánico bursátil, pero recuperó gran parte de esas pérdidas en las últimas semanas.
Arrastrados por esta tendencia, los que esperan una caída de Nvidia son una especie en peligro de extinción.
Por cada fondo de cobertura que recorta su participación en Nvidia, aparece otro que hace lo contrario. Hace pocos días, a fines de agosto, de los 74 analistas de Wall Street que cubren a Nvidia y son relevados por la agencia Bloomberg, 66 aconsejaron comprar más acciones de la compañía. Ninguno sugirió vender, y del precio promedio que esperan para esas acciones dentro de un año se desprende que la empresa para entonces tendría un valor de mercado de unos u$s3,5 billones.
James Anderson, veterano inversor tecnológico y uno de los primeros en respaldar a la empresa, estimó que dentro de una década Nvidia podría valer u$s49 billones, superando el valor sumado actual del índice S&P 500 de grandes empresas norteamericanas. Para que eso ocurra, solo haría falta un crecimiento constante de las ventas anuales del 60% con los mismos márgenes operativos actuales, que son del 60%, más algunas suposiciones plausibles sobre el flujo de caja de la empresa.
El 28 de agosto, Nvidia informó de otro trimestre de rendimientos espectaculares: sus ingresos se dispararon un 122% interanual, hasta los u$s30.000 millones, su máximo histórico y muy por encima de las proyecciones del mercado.
Los bancos de inversión prevén que las ventas anuales de Nvidia este año se duplicarán, hasta superar los u$s100.000 millones, crecerán incluso la mitad de eso durante 2025 y seguirán creciendo a un ritmo de dos dígitos anuales al menos hasta 2027.
Para entonces, sus ganancias operativas podrían superar los u$s150.000 millones, un tercio más de lo logrado el año pasado por Apple.
Las dos amenazas que ve Wall Street para el éxito futuro de Nvidia
La mejor señal de las exaltadas expectativas que genera Nvidia es que tras la publicación de estos alentadores resultados el precio de sus acciones se desplomó, probablemente porque superaron las previsiones por menos margen que en trimestres anteriores. Así que ahora que los exaltados bajaron un cambio para tomar aliento, tal vez sea bueno que reflexionen sobre dos contradicciones más profundas que acechan el futuro crecimiento de Nvidia a largo plazo.
La primera tiene que ver con su principal proveedor, porque no debe olvidarse que Nvidia diseña los chips, pero no los fabrica. Esa responsabilidad recae en TSMC, un fabricante de chips taiwanés que domina el mercado del silicio de última generación que se utiliza en los servidores de inteligencia artificial.
Ante la disparada de la demanda de sus productos, Nvidia pasó de ser uno de los muchos clientes de TSMC a ser probablemente el segundo más importante, detrás de Apple. Si Nvidia es efectivamente el “cliente B” -uno de los dos que representan al menos el 10% de los ingresos de TSMC y que por lo tanto quedan registrados en los documentos reglamentarios-, el año pasado la empresa le hizo compras a TSMC por u$s7700 millones, frente a los u$s5500 millones de dos años antes.
Dado que la mayoría de los compromisos de compra por u$s19.000 millones que tiene Nvidia para el año 2025 probablemente acaben en manos de TSMC, pronto podría eclipsar al actual “cliente A”, que en 2023 le entregó a la firma taiwanesa poco menos de u$s18.000 millones.
Sin embargo, aunque los destinos de Nvidia y TSMC están cada vez más entrelazados, el ciclo de sus productos está tomando caminos divergentes. A principios de este año, Jen-Hsun Huang, CEO de Nvidia, prometió lanzar un nuevo chip de inteligencia artificial todos los años, y no cada dos años, así que ahora TSMC está sumido en una loca carrera por expandir su capacidad: este año invertirá u$s32.000 millones en una nueva planta, y en 2025 posiblemente aún más.
Pero la construcción de una fábrica nueva lleva al menos 18 meses, y como pueden costar unos u$s20.000 millones cada una, las cautelosas discusiones con los clientes arrancan uno o dos años antes. Habrá que ver cómo hacen coincidir el acelerado cronograma de Nvidia con el ritmo más medido de toma de decisiones de TSMC. La primera señal de problemas ya llegó: Nvidia ha retrasado por un par de meses los envíos de sus últimos chips, llamados Blackwell, debido a problemas técnicos.
Esa dependencia que tiene Nvidia de TSMC también deja al descubierto la segunda inconsistencia en el argumento de los inversores convencidos de que el crecimiento de las acciones de la empresa norteamericana es imparable.
Como TSMC, el fabricante, controla el volumen y la eficiencia de la producción, la única forma que tiene Nvidia de asegurarse de cumplir con las expectativas alcistas de los inversores en cuanto a ventas es aumentar los precios.
Un chip Blackwell costará entre un 20 y un 25% más que el de la generación anterior, que ya duplicaba el precio del anterior modelo. Cada chip es más potente que el anterior, por lo que el coste por unidad de potencia informática probablemente esté disminuyendo. Pero no lo suficientemente rápido para los compradores.
Nvidia: los clientes exigen una mejor relación precio-rendimiento en los chips
En agosto, Andy Jassy, CEO de Amazon, cuya división de computación en la nube es una gran consumidora de chips Nvidia, reconoció que había “escuchado alto y claro el mensaje de los clientes que esperan una mejor relación precio-rendimiento”. De hecho, su empresa está invirtiendo en el desarrollo de sus propios diseños de chips, al igual que Google, Meta, Microsoft y Tesla. Y la diseñadora de chips rival AMD ha pasado de casi cero ventas de chips de IA en 2022 a una previsión de u$s5000 millones en ventas para este año.
El 19 de agosto, AMD anunció la adquisición de ZT Systems, un fabricante de servidores, lo que la ayudaría a competir con la oferta “punta a punta” de Nvidia. Y los gigantes tecnológicos chinos como Huawei, que no pueden comprar los equipos de gama alta de Nvidia por las sanciones comerciales que les impuso Estados Unidos, podrían lograr avances que harían que la cuota de mercado de Nvidia se reduzca, como con los competidores chinos, como BYD, que le robaron a Tesla una importante cuota del mercado de autos eléctricos.
Incluso suponiendo que finalmente surja una aplicación revolucionaria -algo que todavía no ha ocurrido-, si la inteligencia artificial generativa (IAg) no se vuelve mucho más barata, es poco probable sea utilice masivamente: resolver una consulta en ChatGPT puede costar siete veces más que en Google. Nvidia muy pronto tal vez tenga que elegir entre bajar los precios para apoyar su crecimiento o mantenerlos para preservar su margen de ganancias.
Por ahora, los “alcistas” de Nvidia creen que pueden lograr ambas cosas. En ese clima de efervescencia irracional, los pocos “osos Nvidia-ensis” que quedan tal vez no puedan resistir la tentación.
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