
Los actuales acontecimientos políticomilitares que están teniendo lugar en Ucrania tienen un antecedente directo, casi calcado, en la llamada Crisis de los Sudetes que prologó la II Guerra Mundial.
Los Sudetes son un región montañosa enclavada en Europa Central que, por varios siglos y hasta la I Guerra Mundial, perteneció al Imperio Austrohúngaro. En la misma vivian alemanes, checos, eslovacos, húngaros y rutenos (hoy ucranianos). Como consecuencia de la derrota de los llamados Imperios Centrales (el Reich Alemán y el Imperio Austrohúngaro), el Tratado de Versalles creó Checoslovaquia, sobre la base, principalmente, de los territorios que había pertenecido a Bohemia y Moravia y a Silesia (hoy perteneciente a Polonia).
Desde el ascenso de Hitler al poder y a la par del aumento del rearme alemán, Hitler planteó una serie de reivindicaciones territoriales entre las que se destacaba la incorporación de los Sudetes con población mayoritariamente alemana al III Reich y que hacían frontera con el mismo.
En 1936, con la oposición de sus propios generales, conscientes de la debilidad del ejército alemán, Hitler ocupó la zona desmilitarizada del Ruhr, sin que Francia, que tenía el mejor ejército de Europa, reaccionara, y el 12 de marzo de 1938 logró la unificación de Austria con el III Reich (Anschluss).
Estos logros aumentaron la popularidad de Hitler a niveles cada vez más altos, al tiempo que se gestaba una decidida oposición a cualquier política expansionista que implicara acciones bélicas, por parte del Estado Mayor del Ejército -OKH-), cuyo Jefe, el General Ludwig Beck, cuando fue notificado por el Führer en mayo de 1938 que pensaba «aniquilar Checoslovaquia» y le ordenó preparar los planes de invasión que debería llevarse a cabo el 1ª de octubre, decidió organizar un coup d’etat, arrestar y juzgar a Hitler por atentar contra la seguridad de Alemania en caso que, llegado el momento, ordenara la invasión de Checoslovaquia.
Hitler aumentó su presión política sobre el Reino Unido y Francia, advirtiendo a sus líderes que estaba dispuesto a hacer uso de la fuerza si sus reivindicaciones no eran escuchadas. Chamberlain, embarcado en una suicida política pacifista a ultranza, trató, sin resultados, de disuadir a Hitler. Con el beneplácito del Reino Unido y Francia, Mussolini, actuando como mediador, convocó a una conferencia en Munich, a la que asistieron Hitler, Chamberlain y el primer ministro francés Daladier, sin que fueran invitados Checoslovaquia, en la persona de su presidente Benes, ni la Unión Soviética.
Stalin tomó debida nota de esta actitud de los países occidentales, que excluían a la Unión Soviética de la solución de los problemas europeos. Hay que hacer constar que Francia tenía un tratado de ayuda recíproca con Checoslovaquia, como así también la Unión Soviética, aunque esta última se obligaba a defender de una agresión a Checoslovaquia siempre que Francia tomara la iniciativa.
MANOS LIBRES
Bajo la tremenda presión de Hitler y el hecho de estar a 24 horas del 1ª de Octubre, fecha límite fijada por el dirigente alemán para invadir Checoslovaquía, Chamberlain y Daladier cedieron y dieron mano libre a Hitler para que ocupara los Sudetes germanoparlantes. A partir del 1º de octubre las fuerzas acorazadas de la Werhmacht ocuparon esa porción del territorio checoslovaco, al tiempo que subía a su cima la popularidad y prestigio de Hitler, y quedaban desairados sus generales que se habían opuesto a la acción.
En marzo del año siguiente, 1939, Alemania ocupaba el resto de Checoslovaquia y creaba el Protectorado de Bohemia y Moravia.
Una primera conclusión que se puede sacar de este valioso antecedente histórico es la relevancia de la audacia y determinación de Hitler, a pesar que las fuerzas militares unidas de Francia e Inglaterra eran notoriamente superiores al ejército alemán -hecho reconocido por sus generales-, en pleno proceso de rearme, pero cuya clase dirigente estaba poseída por una política claudicante, llamada popularmente apaciguamiento, sin registrar que estaban frente a un líder político, como Hitler, que no tenía nada en común con la gastada y frustrada clase política inglesa y francesa, excepto Winston Churchill, decidido opositor a la política pacifista del Primer Ministro Neville Chamberlain.
El Acuerdo de Munich y la desaparición de Checoslovaquia, en vez de apaciguar a Hitler, que le había dicho a Chamberlain que ya no tenía reclamaciones territoriales a realizar en Europa, aumentó la convicción del líder alemán de su superioridad política sobre sus colegas de Occidente, al tiempo que lo reafirmó en su convicción de que nunca los países occidentales estarían dispuestos a afrontar una guerra para oponerse a sus designios expansionistas para lograr el lebensraum, el espacio vital que, decía, necesitaba Alemania para desarrollar su potencia y alimentar a 80 millones de alemanes.
Una segunda lección lo da la continuación de los hechos que epilogaron en el comienzo de la Segunda Guerra. Aunque aquí, a la larga, el que se equivocó en los cálculos fue Hitler. Sabiendo que la única expansión posible era hacia Oriente, y en último término Rusia, decide invadir Polonia, pero, para cubrirse las espaldas frente a Occidente, firma un pacto de no agresión con la Unión Soviética en agosto de 1939, para sorpresa de todo el mundo, ya que eran conocidas las políticas antibolcheviques de Hitler, expuestas claramente en su libro Mein Kampf.
Sin embargo, la decisión de Hitler de avanzar hacia el Este, también había sido alentada por Lord Halifax, mano derecha de Chamberlain que, de alguna manera, le dio a entender que Inglaterra no llevaría a cabo ninguna acción hostil si Alemania actuaba en consecuencia, dejando tranquilo a Occidente. El embajador inglés, Henderson, en otra reunión, le ratificó esa posición. Stalin, a su vez, al ver que Francia e Inglaterra lo habían hecho a un lado en la Conferencia de Munich, no vaciló en aliarse a Alemania (Pacto Molotov-Ribbentrop), con la cual, por otra parte, y a partir del Tratado de Rapallo, la Unión Soviética venía teniendo excelentes relaciones que, incluso, llegaron a permitir a los alemanes, durante la República de Weimar, a utilizar su territorio y sus instalaciones para que los alemanes pudieran adiestrar su ejército y su fuerza aérea. Esta colaboración entre ambos ejércitos duró hasta la llegada de Hitler al poder.
LA CUESTION POLACA
Días antes de la invasión de Polonia, Inglaterra y Francia garantizan a Polonia su apoyo en caso de una agresión a su territorio. Esta garantía, llevó también a los orgullosos líderes polacos a confiar en lo que creían era la fortaleza de su ejército -ahora aumentada por las hipotéticas fuerzas de Francia e Inglaterra, y a desestimar cualquier posibilidad de llegar a un acuerdo con Alemania con respecto a Dantzig y el «corredor polaco», que permitiría la unión del III Reich con Prusia Oriental.
La garantía de Chamberlain y Daladier a Polonia tuvo la casi total adhesión de los principales líderes occidentales, con la única excepción, en el Reino Unido, de Lloyd George, convencido como estaba, que ninguno de los dos países estaba en condiciones militares de honrar la garantía otorgada. Los hechos futuros le dieron la razón.
Alemania lanzó su invasión el 1º de setiembre de 1939 y el 3 Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania. Declaración que, en lo inmediato, se quedó en palabras. Pero pocos meses después de un período de inacción al que se llamó la drole de guerre, el III Reich, cubiertas sus espaldas por la Unión Soviética, lanzó sus ejércitos contra Occidente con su famosa guerra relámpago, la blitzkrieg, que epilogó con la caída de París, la firma del Armisticio y la huida de Dunquerque de la Fuerza Expedicionaria inglesa.
CONCLUSIONES
Las razones invocadas por la Federación Rusa para ocupar parte del territorio oriental de Polonia, basada en que la población del mismo es rusa y quiere sumarse a Rusia, son las mismas que las invocadas por Hitler para invadir los Sudetes e incorporarlo al Reich.
Ambas políticas invocan el principio de autodeterminación de los pueblos, que fue expresamente propuesto por el Presidente norteamericano W. Wilson durante la Primera Guerra Mundial.
Por supuesto que también hay diferencias: Francia abandonó a su aliado checoslovaco, mientras que los Estados Unidos y la OTAN aplican sanciones económico financieras a Rusia, pero no queda claro de que forma podrán detener la subitaneidad del tránsito e impedir las acciones militares de Putin en Ucrania, máxime que este amenazó en términos explícitos a cualquier potencia extranjera que intente impedir las acciones rusas. Invocó expresamente su carácter de gran potencia nuclear.
Putin ha demostrado audacia y determinación. Y los medios de destrucción masiva, que no existían en la Europa de la Segunda Guerra, hoy cuelgan como una espada de Damocles sobre los líderes que tienen que tomar las decisiones pertinentes.
La Unión Soviética implosionó en 1992 por el desgaste del implacable régimen soviético, pero, principalmente, porque los Estados Unidos, con Reagan al frente, la llevó a un carrera que implicaba el desarrollo y uso de potencias económicas y tecnológicas de las que Rusia, en su vetusto centralismo y corrupción, carecía.
Hoy la Federación Rusa es una potencia nuclear, pero su economía no se le equipara, y tal vez pueda semejarse a la de Italia. Es, sobre todo, un proveedor de materias primas, aunque también ha desarrollado una notable tecnología cibernética. China, su aliado, pero también prudente, observa los acontecimientos mientras Taiwan espera a ver si pronto le llegará su turno.
No hay que esperar acciones alocadas por parte de China en apoyo de Rusia, máxime que su gran desarrollo económico, científico y militar, los ha logrado por medios pacíficos sin involucrarse en guerras de carácter impredecible.El don de profecía es propio de la religión y no de la política. Esperemos el desarrollo de los acontecimientos para que el rostro velado del Futuro, muestre los resultados de los hechos de los hombres y de los Estados.
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