
Mientras los políticos que tienen que ir a las urnas el año próximo se alejan de él, Alberto Fernández sigue reteniendo el apoyo de empresarios, sindicalistas y de parte de la Iglesia.
De los políticos se dice que se han convertido en una corporación, una “casta”, porque privilegian los intereses propios, olvidando los de sus representados. Sin embargo, la lógica de los políticos difiere de la de los restantes factores de poder, porque cada dos años tienen que someterse al electorado, algo que empresarios, sindicalistas, piqueteros, medios y la conducción de la Iglesia se ahorran. Por eso reaccionan de manera distinta ante la crisis en la que sigue hundiéndose Alberto Fernández: mientras la vice, por ejemplo, toma distancia, los restantes factores de poder intentan preservarlo, aunque no siempre por las mismas razones.
La inflación sin control se llevó la semana pasada a Roberto Feletti, el encargado de la política de precios. En cualquier otro país, Feletti hubiera sido eyectado sin miramientos por su fracaso, ya que multiplicó la inflación recibida de Paula Español, pero aquí se fue a instancias de su jefa política. Una retirada táctica en la batalla que libra contra el presidente y Martín Guzmán.
Cristina Kirchner pretende desligarse de la gestión del presidente que ella eligió. Sabe que la inflación y la caída del consumo asfaltan el camino a una derrota.
Los empresarios, en cambio, siguen dando señales de apoyo a Guzmán, que trata de aplicar el programa de ajuste del FMI (ver Visto y Oído) aunque no por eso dejan de remarcar a paso redoblado.
Otro tanto ocurre con el sindicalismo. La semana pasada la UOCRA armó un acto con miles de afiliados en el conurbano para aplaudir a Fernández y ofrecerle un modesto baño de multitud. Pero al mismo tiempo todos los gremios firman paritarias que aseguran un piso para la inflación del 70% al tiempo que le exigen firmeza con la UIA, porque no quieren quedar “pegados” con un nuevo “rodrigazo”.
El fenómeno se repite en el caso de los piqueteros aliados (Navarro, Persico) que respaldan al presidente, pero exigen continuamente aumento de planes, actualizaciones y bonos que terminan echando nafta al fuego de la emisión.
A lo que hay que agregar un episodio inédito ligado al apoyo corporativo que se produjo en el Tedeum del 25 de Mayo. Se esperaba una crítica al gobierno del arzobispo de Buenos Aires por la crisis como había ocurrido con Eduardo Duhalde y Mauricio Macri, que debieron apurar el trago amargo de una reprimenda pública.
Pero no ocurrió. El cardenal Mario Poli apuntó sus cañones contra la interna oficialista, habló de “crueles enfrentamientos” de quienes ignoran que “la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás”.
Dirigió la crítica a los que creen que “pueden salvarse solos”, para ponerlo en palabras de los allegados al presidente. Es decir, le apuntó a Cristina Kirchner.
El alivio de Fernández, que había pensado en mudarse a la Antártida para evitar un nuevo disgusto, fue visible. Temía una amonestación en línea con la actitud del papa Bergoglio que no recibe a sus funcionarios (Cafiero), pero sí a los enviados de Cristina Kirchner (Capitanich, De Pedro) y se encontró con un aliado imprevisto en la Catedral.
En síntesis, la grieta del gobierno contagió a la Iglesia, en la que ya se había detectado tirantez entre el Papa y el arzobispo de Buenos Aires por la presunta falta de control de operaciones inmobiliarias con bienes eclesiásticos.
Bergoglio dispuso una auditoria y Poli debió trasladarse al Vaticano para dar explicaciones, mientras el delicado asunto era ventilado por los medios. Pero el arzobispo no viajó con las manos vacías ya que tuvo el respaldo de más de doscientos sacerdotes y de laicos prestigiosos. Ningún lenguaje sibilino ni interpretación de los voceros mediáticos de la Iglesia pudo disimular la pulseada política.
Esas internas eclesiásticas desaparecen, en cambio, cuando el gobierno no es peronista. En el de Mauricio Macri el rechazo de Bergoglio al presidente fue deliberado y ostensible. El propio ex presidente lo señaló al recordar el jueves que hubo “una parte de la Iglesia que jugó políticamente mal con la Mesa del Hambre”. Conclusión: el Papa no visitó su país cuando estaba Macri al pie de la escalerilla para recibirlo y tampoco lo hará mientras esté Fernández.
Pero la interna peronista no es la causa exclusiva de la crisis. Hay mala praxis del gobierno como señaló hace 48 horas el economista Miguel Angel Broda al sostener que “hay una dinámica de inflación creciente. La tasa de inflación de los tres últimos meses anualizada da más de 90%. La canasta básica subió a una velocidad de 135%, o sea a un promedio del 7 mensual”. Concluyó su diagnóstico con una imagen inquietante: “Es un ministro (Guzmán) que tiene la velocidad del gasto a 150 km/h, el Instituto Patria quiere ir a 200 KM/h y viene una curva”. Esto no lo arregla ningún poder corporativo.
Más historias
La Comisión Investigadora de $Libra citó a Karina Milei para el 23 o el 30 de octubre
Milei vetó por completo la Ley de Financiamiento Universitario y Recomposición Salarial Docente
Macri y Larreta coinciden en un bar y crecen las especulaciones