
El Partido Justicialista distrito Jujuy atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia. Intervenido desde hace más de un año por decisión de la conducción nacional, sufre una parálisis política que lo aleja cada vez más de las bases, de la realidad de sus afiliados y de la voluntad de renovación que exige el contexto actual. La intervención no solo no ha resuelto los problemas del partido, sino que los ha profundizado, imponiendo desde Buenos Aires una conducción ajena, sin representatividad ni arraigo en el territorio.
El último congreso partidario fue la muestra más patética de esta desconexión: realizado por Zoom, sin la posibilidad real de debate ni de participación plural, con listas digitadas y voces censuradas. Congresales locales fueron silenciados, y el armado fue tan groseramente manipulado que hasta el propio Fernando Gray, intendente de Esteban Echeverría y vicepresidente del PJ bonaerense, expresó: “No se puede hacer un congreso nacional del partido más importante de la Argentina por Zoom, sin permitir el debate de ideas. Esto degrada la política”.
¿Es esa la democracia interna que el PJ nacional pretende imponer? ¿Con qué autoridad moral puede una conducción nacional digitar la vida política de provincias como Jujuy, cuya realidad dista años luz del conurbano bonaerense?
La necesidad de una oposición real en tiempos de ajuste brutal
Todo esto ocurre en un país golpeado por la crisis. Un gobierno nacional que se vanagloria de una inflación del 2% mientras la gente ya no llega a fin de mes, devorada por tarifas impagables, jubilaciones de miseria y sueldos devaluados. Con un presidente que insulta a periodistas, productores, docentes, médicos y cierra organismos como Vialidad Nacional, solo para que luego la Justicia le frene los atropellos.
¿Tiene un plan el gobierno de Javier Milei más allá del ajuste? ¿Su “déficit cero” se basa en dinamitar el tejido social argentino, en dejar sin obra pública a miles, en privatizar todo lo que puede ser negocio para unos pocos?
En este marco, la ausencia de una oposición firme, coherente y territorialmente enraizada es más peligrosa que el propio oficialismo. Jujuy, una provincia que supo ser bastión peronista, hoy no tiene conducción política clara. La intervención nacional ha dejado un cascarón vacío, sin proyecto, sin representación, sin conexión con las demandas reales del pueblo jujeño.
¿Y ahora qué?
Es hora de que el peronismo jujeño se mire al espejo. No puede seguir esperando órdenes desde la calle Matheu. La realidad de Jujuy no se resuelve con planillas armadas desde Capital. Hace falta reconstruir el tejido político local, volver a hablar con los barrios, con los sindicatos, con los movimientos sociales. Hace falta recuperar la voz, la autonomía y el respeto por las bases.
Porque, como dijo alguna vez Raúl Alfonsín, aunque no sea peronista: “Una democracia sin partidos fuertes y sin oposición real es una democracia incompleta”.
El PJ de Jujuy debe volver a ser protagonista, no espectador. Debe dejar de obedecer y empezar a construir. La historia no espera.
Por Ingeniero Carlos Catacata
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