noviembre 9, 2025

Massa no quería devaluar pero la mano invisible lo hizo por él

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El ministro mandó echar a Aracre porque propuso devaluar un 30% hasta las elecciones, pero por mala praxis el peso perdió 15% frente el dólar en dos semanas. Una crisis fuera de control.

El impacto de la inflación sobre el mercado cambiario alimentó una corrida electrizante que no se veía desde tiempos de Batakis y comenzó a marcar el ritmo de la campaña electoral.

El despegue del dólar en los últimos 15 días provocó en primer lugar el desconcierto del oficialismo que fue acusando sucesivamente del desastre al asesor presidencial Antonio Aracre, al presidente de la Nación, a economistas opositores, a un complot de sectores financieros no identificados y por último al FMI. Una desorientación excepcional.

En segundo lugar agravó las malas expectativas sobre la aceleración de la crisis económica y, en tercero, planteó dudas comprensibles sobre la idoneidad del ministro de Economía para capear el temporal. Su candidatura presidencial estuvo a poco de hundirse en la espectacular marea desatada por el billete norteamericano.

Massa resultó el principal damnificado político de una crisis cambiaria que comenzó cuando el Indec reconoció oficialmente que la inflación de marzo había sido del 7,7%. Ese dato disparó una corrida a partir del 14, día en que el “blue” había cerrado a $400. Ayer lo hizo a $469, más de 15% de suba.

A partir de esta situación el oficialismo comenzó a disgregarse como quedó a la vista el jueves pasado en el Teatro Argentino de La Plata. Cristina Kirchner le habló a su tropa en ausencia de los otros dos miembros del triunvirato: Alberto Fernández y Sergio Massa.

El primero no fue porque hubiese sido repudiado y el segundo porque hubiese tenido que oír a quien sostiene su candidatura presidencial denostar al FMI, organismo del que necesita un préstamo urgente para que el dólar no vuelva a escalar. Llamativamente no hubo ningún otro gobernador que no fuera Axel Kicillof, ni otros intendentes que los que adhieren a la vice de manera incondicional.

Se trató, en suma, de la habitual liturgia “K” en la que se recitó el enmohecido evangelio setentista y se intentó tomar distancia tanto de la “no gestión” de Alberto Fernández como del ajuste en cámara demasiado lenta de Massa y de su alianza con el FMI. La alarma de la vice y de su iglesia no obedecía a la magnitud del colapso económico, sino a que todo volase por las aires antes del 10 de diciembre.

Además de despotricar contra el FMI, la vice le apuntó a Javier Milei, candidato de espectacular crecimiento en las encuestas. El diputado libertario no polariza como se especuló contra Cristina Kirchner, sino que está empezando a competir con ella por el voto joven desencantado del Frente de Todos. Lo que la vice intenta es preservar su electorado porque ve que el Frente de Todos enfrenta, salvo un milagro, la extremaunción electoral a corto plazo.

Esa estimación no es tremendista sino que su funda en datos económicos desalentadores. Massa consiguió parar la corrida quemando reservas y bonos y subiendo la tasa de interés a niveles estratosféricos: más de 90%. Cuando Mauricio Macri se fue estaba a 60%.

La tasa convalidada por Massa para que los tenedores de pesos no se vayan al dólar obliga al Banco Central a pagar cerca de un billón de pesos mensuales por letras y pases. Un déficit cuasifiscal insostenible. En lugar de salir del pozo siguen cavando.

A lo que debe añadirse que se aceleró el ritmo de la devaluación del dólar oficial. Se está acercando al 10% mensual, lo que tendrá impacto inevitable sobre la inflación y vuelta a empezar.

Massa dispuso un aumento de tasas que produjo un debate en el directorio del Central, porque espera un salvavidas del FMI, pero el viernes los dos funcionarios de su confianza que iban a viajar a Washington para conseguir dólares frescos se quedaron en Buenos Aires. Más señales negativas sobre la precaria calma de los mercados. Las expectativas están centradas en que el FMI apruebe el adelantamiento de una cifra que según las distintas versiones oscila entre los 9 mil y los 10 mil millones de dólares.

El Fondo es hoy el principal sostén de la gestión de Massa y Cristina Kirchner. Esta última lo hostiga, pero de palabra. Defiende así su clientela, pero no ignora que si Massa se va antes de las elecciones, la gobernabilidad se irá con él.La oposición, en tanto, también empezó a apurar el paso para reordenarse (ver Visto y Oído). Siente el poder al alcance de la mano y el viernes comenzó a reducir el nivel de confrontación interna durante una reunión de la cúpula del PRO en San Isidro. Según trascendió, el PRO está cerca de ir con una sola candidatura propia a las PASO de Juntos por el Cambio tanto para la jefatura de gobierno en CABA como para la gobernación de la provincia de Buenos Aires.