
Desde que la Reserva Fedral decidió este año aplicar una firme política restrictiva para frenar la inflación los mercados han vivido una verdadera pesadilla. Subió la tasa del cero al 3,25% y en la próxima reunión del 2 de noviembre habrá otra alza de 0,75 puntos básicos como la dispuesta el miércoles pasado. El 14 o 15 de diciembre habría otro aumento del 0,50 por ciento por lo que terminaríamos el año con una tasa de referencia del 4,50 % en Estados Unidos.
Como consecuencia, en lo que va del año el Dow Jones de Industriales se retrotrajo un 21 %, una cifra similar el S&P 500, y algo más el Nasdaq. Esto se debe básicamente al hecho de que el mercado descuenta que la economía global y, sobre todo, la de Estados Unidos entrará de manera inminente en un ciclo recesivo. Estamos a las puertas de un mercado bajista. Desde esta columna, ya habíamos advertido que nos dirigimos hacia un suicidio técnico similar a la del bienio anterior cuando se infló una burbuja accionaria y se disparó el alza del costo de vida en la pospandemia. Culpa de subordinar el saber económico a las necesidades políticas del gobierno de turno.
Todo el mundo sabe que un proceso inflacionario no se borra de la noche a la mañana, por más que se suban las tasas para inducir una contracción económica. El factor rezago lleva entre seis y dieciocho meses dependiendo del estado crítico del contexto. Aquí se había creado una tormenta perfecta con una monumental expansión monetaria primero para lidiar con el virus chino, luego con la ruptura de las cadenas globales de sumunistro y finalmente con la invasión de las hordas rusas a Ucrania. La Fed, creo, no puede ver hoy cuál es el nivel real de la inflación en su territorio por el impacto de la caída del consumo. No es del 8,5 % si uno mediría el rezago. Los economistas más prestigiosos pronostican que llegará al 6 % anual recién a mediados de 2023 y al 4,5 % en el primer trimestre de 2024. Es imposible forzar la naturaleza de los cosas, debería saberlo el titular de la Fed.
Powell está sobreactuando, en mi visión. Generará una recesión espantosa y se encontrará con un doble problema que se define generalmente con una palabra maldita: estanflación. No espero que dé en el corto plazo un giro científico-técnico hacia la racionalidad. Seguramente vamos a ver más caídas bursátiles y peores precios en los commodities (-10 % desde hoy). El superdólar ha provocado que el euro llegue a 97, el yen a 144 y las monedas de los emergentes en picada (también la Argentina). Lo que necesita el mercado es simplemente que la Fed deje de intervenir y saque el pie del acelerador de las tasas.
En tanto, el veranito de Massa está dando señales de que está terminando. El dólar sigue firme en nuestro país y se encamina a los 400/500 pesos.
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