
Cristina Kirchner
La fiscalía pidió 12 años de prisión para Cristina Kirchner por corrupción. Efectos institucionales, políticos y económicos de su respuesta, que combinó la ofuscación con el oportunismo.
No se recuerda en la historia reciente ni en la remota una semana en la que la Justicia haya pedido doce años prisión para la vicepresidenta y la oposición, juicio político al presidente. Esa plusmarca fue conseguido por el gobierno que armó la primera con el inédito criterio de ubicar en la Casa Rosada a un apoderado, un gestor incompetente y sin poder. Fue alcanzada, además, en medio de una crisis económica asfixiante, agravada por la irracionalidad de la persona con más poder de la Argentina a quien ahora hasta un fiscal ignoto se le atreve.
En la adversidad Cristina Kirchner demostró, sin embargo, ser la única peronista con iniciativa para enfrentar el desafío. Su respuesta no fue tribunalesca, sino política. No se tomó la molestia de planear una defensa legal, algo problemático en vista de la grosera corrupción detectada por los investigadores de la causa “vialidad”. Pasó directamente a acusar a sus acusadores e impugnó a todo el fuero federal, bautizándolo “Comodoro PRO”.
Hizo esto con un deshilvanado “stand up” por las redes durante el que se la vio ofuscada y a ratos confundida. Su diatriba tuvo despareja repercusión institucional, política y económica.
En la faz institucional su objetivo fue intimidatorio. Midió fuerzas con jueces y fiscales que no controla y activó una eventual candidatura para el año próximo. Prometió una mezcla de pueblada y operativo clamor para zafar de una condena que ha empezado a perfilarse en el horizonte.
Su reacción contra la independencia de los magistrados no sorprende a nadie. Pero los activistas lanzados a la calle representan un riesgo inesperado de violencia. Por eso fue postergada la definición de la fecha de las marchas y todo quedó en el terreno discursivo. Por ahora.
En el plano político la excomunión de Luciani y sus colegas la puso a la cabeza de todo el peronismo y activó a los incondicionales que reclamaron su candidatura para 2023. Cotillón para los medios. Esa definición también queda para más adelante, porque las encuestas le anticipan una bajísima o nula posibilidad de ganar el año próximo.
Por su parte los gobernadores e intendentes que la acompañaron en su indignación buscarán fortalecerse en sus distritos como ella lo hará en el conurbano y se apartarán de Alberto Fernández cuya suerte está sellada.
En resumen, la vice hizo su representación para los militantes y los votantes convencidos. Se encapsuló junto con la dirigencia peronista en el ghetto político al que el ciudadano común no tiene acceso y que tampoco le interesa.
A lo que hay que agregar que su discurso combativo profundizó la “grieta”. Habrá polarización. ¿Qué opositor se atrevería a buscar un acuerdo con el peronismo sometido a la voluntad de CFK?
Sin duda el espectáculo de la desigualdad ante la ley, de la impunidad, de los privilegios de la clase política y de la corrupción sistémica teñirá la interna opositora. Mauricio Macri, principal beneficiado por la ira de una dirigente que tiene casi el 70% de imagen negativa, siguió refugiado en el bajo perfil. Patricia Bullrich, “muletto” de Macri, se desdibujó y a Elisa Carrió, sin contubernio entre los radicales y el PJ para denunciar, se le acabó el libreto.
La que hizo caso nulo de la furia de la vice y de su embestida contra la Justicia fue la economía. Llamativamente hubo una tregua en los mercados. Durante casi toda la semana se registraron cotizaciones estables y baja del blue, mientras las acciones y el riesgo país mejoraban. Recién el viernes hacia el cierre hubo una moderada reacción negativa.
Ese comportamiento fue interpretado como una señal de que los operadores ven en las tribulaciones judiciales de la vice un anticipo de su segura decadencia. También de la voluntad de seguir dando tiempo a Sergio Massa para que diseñe un ajuste más acorde con la difícil situación fiscal y cambiaria.
Ya se difundieron recortes a la educación y la salud, pero el ministro debe hacer cirugía mayor con el dólar, porque las reservas siguen en un punto crítico y le quedan tres caminos: devaluar, desdoblar el tipo de cambio o apretar el cepo a las importaciones.
Massa no quiere devaluar, ni desdoblar el tipo de cambio para que los sojeros reciban una cotización más atractiva y así liquiden sus tenencias, porque ambas alternativas fueron vetadas por la vice (ver Visto y Oído). Pero el atraso cambiario amplía la brecha y consume dólares, mientras que el cepo derivará en una baja de la actividad por falta de insumos. Por eso tiene que tomar una decisión antes de su viaje a los Estados Unidos. Si no lo hace, allá se va a enterar de que la paciencia que le tienen está casi tan agotada como su aventura para convertirse en el hombre providencial que salvó al gobierno.
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