
El Presidente y la vice aumentan el distanciamiento a raíz de la situación de Rusia en Ucrania; los vínculos con Estados Unidos y Venezuela, y los embajadores alineados con la exmandataria.
Cuando la Argentina vote este jueves a favor de la resolución que suspende a Rusia en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas por la invasión militar y los crímenes cometidos en Ucrania, Alberto Fernández escalará un peldaño más en su pulseada interna con Cristina Kirchner aunque esta vez sobre un plano muy especial: las fuertes diferencias de mirada de la geopolítica internacional.
La decisión del canciller Santiago Cafiero de avanzar por pedido expreso de Alberto Fernández en una nueva muestra de aislamiento internacional a Vladimir Putin es algo que Cristina Kirchner venía frenando.
De hecho, la vicepresidenta se sigue imponiendo en el debate interno del Gobierno en evitar cualquier tipo de sanciones económicas a Rusia por tratarse de uno de los socios estratégicos de la Argentina que consolidó en su momento la vicepresidenta cuando estaba a cargo del Poder Ejecutivo.
Sin embargo, las diferencias entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner en el ajedrez internacional se profundizaron sustancialmente en los últimos días con gestos y muestras concretas de diferenciación.
La vicepresidenta no respondió aún los pedidos del encargado de negocios de la embajada de Ucrania en Buenos Aires, Sergiy Nebrat, para que el Senado repudie públicamente la invasión de Rusia como ya lo hizo el Poder Ejecutivo y la Cámara de Diputados.
Los planteos diplomáticos de Ucrania quedaron en manos de dos asesores de la vicepresidenta pero hasta hoy nunca llegaron a nada.
Rusia renovó la apertura de vuelos comerciales a «países amigos», entre ellos la Argentina. Pero en el Gobierno se evalúa a la vez impedir que los vuelos de Rusia habilitados para llegar a Buenos Aires sean demorados. No es un tema que la vicepresidenta comparta ya que estaría más cerca una posición neutral.
El vicecanciller Pablo Tettamanti, quien responde a Cristina Kirchner y sin aval del canciller Cafiero buscó frenar una condena a Moscú en la Asamblea General de Naciones Unidas días atrás, tiene una situación extraña en estos días: quedó aislado y casi sin tareas. El albertismo lo congeló, literalmente.
A la vez, el embajador argentino en Rusia, Eduardo Zuain, también recibe el trato gélido de la Casa Rosada por sus cercanías con la vicepresidenta y maneja una agenda que consulta con Cristina Kirchner.
BORIC, BOLSONARO Y BIDEN
Sin embargo, no sólo el caso de Rusia dividen a Cristina Kirchner de Alberto Fernández. La visita del presidente de Chile, Gabriel Boric, también le sirvió a Alberto Fernández para mandar un mensaje a la vicepresidenta y La Cámpora que cuestionan el compromiso con el FMI.
El Presidente asintió a gusto cuando Boric dijo que «debemos dejar de pensar que la responsabilidad fiscal es una cuestión de derechas. La responsabilidad fiscal debe ser una política de Estado porque además es lo que garantiza que uno pueda llevar adelante los procesos de reforma». las palabras calaron profundo en los despachos kirchneristas que siguen emparentando el recorte del gasto con las diatribas del Fondo.
Hay más de la visita del presidente chileno que molestaron al cristinismo duro. Los kirchneristas aseguran que Alberto Fernández subestimó el planteo que varios funcionarios de Boric hacen sobre la extensión de la araucanía chilena en territorio de la Patagonia argentina. Para una santacruceña como Cristina Kirchner este no es un tema menor y genera malestar.
La señales de acercamiento de la Casa Rosada a la administración de Jair Bolsonaro también profundizaron la grieta entre Presidente y vice en Buenos Aires.

El embajador Daniel Scioli le mostró una fórmula pragmática a Alberto Fernández para asegurar gas en invierno: cerró un acuerdo para que Brasil compre menos gas a Bolivia y ese excedente se gire a la Argentina. En diccionario kirchnerismo ven en esa jugada con Bolsonaro una traición hacia Lula Da Silva. Pero el Presidente optó por superar las diferencias ideológicas y buscó el pragmatismo.
La «agenda positiva» que diagramó en Washington el embajador Jorge Argüello entre la Argentina y Estados Unidos son otros temas de debate interno en la rencilla del Frente de Todos.
Es cierto que Cristina Kirchner recibió en su despacho al embajador norteamericano, Marc Stanley, para pedir ayuda a Estados Unidos ante el proyecto de ley de blanqueo del capital de los argentinos no declarado en el exterior para pagar así una parte de la deuda al FMI.
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