septiembre 9, 2025

De lo Máximo a lo mínimo

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Con las esquirlas de la bomba aún dispersas, la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de diputados oficialistas requiere una atención política más allá de la excusa formal del portazo. Es una jugada más profunda que aún intentan entender en el peronismo bonaerense que el hijo de Cristina Kirchner preside desde diciembre. Tal como se adelantó, la composición de las coaliciones mayoritarias del tablero político va camino a sufrir alteraciones.

Hasta aquí, quienes se han expresado públicamente, como Fernando Gray y quienes lo han hecho en privado, se mostraron más cerca de la postura de Alberto Fernández, al que ilusionan en su entorno con la oportunidad más concreta de alumbrar el “albertismo” que hasta ahora anidó en las mentes de un grupo de dirigentes que lo acompañan desde el 2017 cuando enfrentaron a Cristina Kirchner con Florencio Randazzo como punta de lanza. “Si no nace ahora, el albertismo no nace nunca más” sostienen al tiempo que asoma como clave el rol de Sergio Massa, potenciado en la última semana. Primero como gestor del acercamiento con el FMI y ahora como garante del equilibro en la Cámara Baja. También será de suma importancia el juego de los gobernadores.

El filósofo argentino Alberto Buela alguna vez describió al Kirchnerismo como “hacedores de lo mínimo”. Máximo Kirchner va camino a seguir ese concepto. Su llegada a la presidencia del PJ bonaerense – aún cuestionada en la justicia – persiguió, entre otras cosas, un objetivo. O, al menos, así lo explicaron en aquel entonces. Asumir la titularidad del partido en la provincia era la oportunidad de mostrarlo como el conductor de un espacio más amplio que La Cámpora. No cerrarlo sólo a la organización de ex jóvenes convertidos, casi todos, en funcionarios estatales.

Ahora con su dimisión, complica a quienes lo ungieron en el podio partidario. Los obliga a tomar postura. La pregunta que se hizo en un
carta Fernando Gray se traslada a todos los integrantes del PJ. “¿Se expresa el pensamiento del peronismo bonaerense o solo el de La
Cámpora?”, interpeló el jefe comunal de Esteban Echeverría. Los consultados por este medio expresaron su acuerdo a llegar a buen puerto
con el FMI. Aunque sea tragarse un sapo. Hay sí, una decisión de bajar la espuma. Por eso, desde los despachos más importantes del conurbano con directa relación en la estructura del peronismo provincial apostaron al silencio.

Son muchos los aspectos que hay que tener en cuenta. Es sabida la relación cercana del diputado nacional con la liga de jefes comunales
que lidera Martín Insaurralde, ahora desde la jefatura de gabinete. Una de las “quejas” escuchadas por estas horas de líderes territoriales que la falta de comunicación sobre lo que realmente está pasando en la cima del oficialismo.

Máximo se reduce a lo mínimo. Apuesta con su maniobra a sostener un electorado duro con un discurso más de izquierda que propio del
peronismo. No es casual el beneplácito que arrojó el Frente de Izquierda para con su actitud. ¿Sorprende? Para nada. Los memoriosos recordarán, por ejemplo, su exaltación al sindicalista Agustín Tosco en detrimento de José Ignacio Rucci. Eran señales que había que tomar con más seriedad.
Distintas voces del oficialismo insisten que es el momento de hacer los máximos esfuerzos para conservar la unidad de la coalición. Hay
opciones. Si Alberto Fernández se decide, se apoya en Sergio Massa y los gobernadores del peronismo, puede reducir al kirchnerismo a una expresión minoritaria con asiento en el conurbano, sobre todo en la tercera sección electoral. Quizá sea el momento de rediseñar el actual esquema donde reina la horizontalidad por sobre la verticalidad, en un movimiento que no entiende otra manera de ejercer el poder. Lo mismo, de alguna forma, le sucede a Juntos por el Cambio.

Máximo Kirchner inaugura el comienzo de un proceso que estaba en ciernes. Se trata de las nuevas formas que irán adoptando los frentes
políticos. Parece ser prematura y poco responsable la aceleración de los tiempos, como si hubiera actores políticos que pudieran salir indemnes de una explosión de magnitudes aún desconocidas.

El 8 de diciembre pasado, en La Prensa se escribimos lo siguiente: “El jefe de Estado (Alberto Fernández) encontró en la derrota la posibilidad de desempolvar el nacimiento de su propio liderazgo. Por ahora, a medias. No quiere y no puede prescindir de la decisión política sobre la coalición que ejerce Cristina Kirchner. Incluso en la determinación más importante que moldeará el futuro del actual gobierno y del Frente de Todos que es el acuerdo o no con el Fondo Monetario Internacional”. Pues bien, ese momento parece haber llegado. Máximo Kirchner ha dado el paso clave para comenzar a cincelar la nueva fisonomía del Frente de Todos, que quizá ya no pueda incluir, justamente, a todos.

Alberto Fernández voló a Rusia, China y Barbados. Cristina Kirchner, por ahora en silencio, asumió el Poder Ejecutivo. La tensión va en aumento. La mayoría de la sociedad argentina observa, atónita, como la dirigencia sigue en sus cuitas lejos de los problemas que la aquejan. La principal víctima, una vez más, es la Argentina.